Este fin de semana fue un tiempo para mí. Escruté mis pensamientos en su máxima expresión, al punto de que miles de ideas pululaban en mi mente sin darme espacio a compilarlas y retenerlas en mi memoria para plasmarlas ahora. Es una sensación abrumadora que da un sabor amargo de impotencia en el paladar de mi cabeza, pero que a su vez te excita por el constante movimiento de tus neuronas bombardeándote pensamientos, preguntas, emociones, dudas..., sobre los misterios y no misterios de la vida.
Estas últimas 64 horas han significado una baja a mis excesos. Un paralelismo ha mitigado el ritmo acelerado de mi existencia. El tiempo no fue de prisa a alcanzar las próximas 12:00 a.m. para culminar con mi día, el "tempo" de la película que protagonizo ya no es "prestissimo", sino "adagio". Es este el equilibrio que busco. Me busco a mí mismo entre estos alaridos que agobian la paz silente de mis deseos. Conformo mi identidad con cada viga que levanto a partir de los estribos de mis ideas, y la reafirmo...
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